En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches , duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della
concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera.
Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías.
Y aquí mi versión:
En un lugar de la mancha cuyo nombre (a ver, no es que no quiera acordarme, que la verdad quiera o no quiera es difícil no acordarme) es Alcázar de San Juan, no ha mucho tiempo que vivía un estudiante de los de libracos en montón, mochila grande, bici rota y ¿cobaya corredora? (por cierto se llama black jelly gigle witty pitty tricky). Una sartén o varias que por decir de un lugar… del mercadillo de los más bastos que las mulas, ensalada por las noches, cada sábado una comida diferente, el viernes tres cuartos de lo mismo, pobre palomino el del domingo (que sádico Cervantes, pobrechito), y no me lleva en ello ni un céntimo de la paga.
El resto, osease todo, concluían cenas de clase, ¿calzas de velludo para las fiestas? (pero que fiestas dios mío, ¿voy corriendo y haciendo el pino a una?), con mis pantuflos de lo mesmo (^.^ pantuflos jiji ¡Karmeen! Tú me acompañas con tus rozagantes peplos griegos ¿vale?), y los días de entresemana chándal según venga y si no vaqueros al canto. No tengo ama en casa y tampoco por lo tanto necesito que pase los cuarenta, y mucho menos sobrina, y por supuesto tampoco va a llegar a los veinte, (tenía muchas cosas el Alfonso este ¿no?), y menos aun un mozo de cuadra, ¿qué quiero?, ¿Qué me ensille la ardilla, el hámster, la cobaya y el conejo al tiempo que corta la planta pocha que tengo aquí? Nununununu.
Es, pues, de saber que este sobredicho alumno, los ratos que estaba ocioso-que cachondo el nene, ocioso dice- se daba a irse con sus amigos a un sitio especial, y es aquí donde comienza nuestra verdadera historia. Uno de estos días mencionados, el dicho estudiante llegó a este sitio especial ligeramente pronto, como de costumbre. Con él llevaba la cena prometida para la noche, y teniendo ‘’ascensor’’ el muy listo bajó por las escaleras, ¿quién podría imaginarse que desde un primer piso podía pasar algo así?
Al paso que bajaba las escaleras pues el pavín pavitín, que no tenía prisa, creyó que había llegado ya al final de la escalera y sin haber llegado, sí, señores y señoras, ¿saben lo que pasó? Pues simple, llegó de golpe….
Y finalizando este pequeño texto literario riquíiiiiiiiiisimo en vocabulario y plagado de recursos literarios os digo adiós con una conclusión cortita:
Como se complicó la vida Cervantes para escayolar a Alfonso tras los molinos, ¿tanto costaba tirarlo por unas escaleras al pobrecico? Así que en conclusión, a mi no me hicieron falta los molinos, y me aburro y mucho.
¡Mirar que monadaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa! se parece a mi:
Habar, y subir cosas y comentaaar que es mi único entretenimiento please!
¡¡¡De parte del manco-cojo de Alcázar!!
Te noto mal Felipe... Jajajaja
ResponderEliminarEs gracioso ;)
yo diría peor que mal xD
ResponderEliminarPhil... lo tuyo es para que se estudie... no deberías estar tanto tiempo encerrado...
ResponderEliminarNiños del mundo, no os volvais como el...
jajajajaja original eso si...
gracias pequis ^.^ *.*
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