Rieles
Nos revolvía el pelo con cara de contento, y nos decía algo cómo:
—No se preocupen niños, no se preocupen, en cuanto opere a su papá; todo habrá pasado.
Luego del funeral de mi padre solo lo he visto dos veces, hasta hoy, en que acaricio sus cabellos dulcemente sobre el riel y digo:
—No se preocupe, doctor, no se preocupe; en cuanto pase el tren, todo habrá pasado.
Violadores
Nos revolvía el pelo con cara de contento, se frotaba las manos antes de entrar. Sabía que tendríamos una virgen ahí dentro, desnuda, atada de manos y pies como nos lo había pedido; con la máscara de cuero, amordazada y drogada para la ocasión. Nosotros le proporcionamos la víctima para que sacie sus bajos instintos, y él, a cambio, nos paga buen dinero. Sabe todo, el silencio total y las reglas del juego. Ahí dentro se oyen gemidos de placer, no imagino cuánta alegría estará sintiendo, ni tampoco, lo que hará cuando sepa que es su hermana.
La ultima comida
Al condenado a muerte le preguntaron qué quería para su última comida.
- ¡Quiero comérselo a la mujer del gobernador! - grito el reo.
Era la primera vez que un condenado solicitaba hacer un cunilingus en lugar de pedirse la típica langosta con "crêpe suzette" de postre. Nadie se lo esperaba, pero lo cierto era que la ley no permitía ejecutar a nadie sin consederle la última comida que él expresara.
Dos horas después de la extraña petición, y a pesar de las desconsoladas lágrimas de su mujer, el gobernador decidió indultar al condenado.
Le puede pasar a cualquiera
Ella lo miró con cara de compasión.
- No te preocupes - dijo -. A cualquier hombre le puede pasar alguna vez.
Él no la escuchaba. Pensaba en sus amigos, que nunca habían encontrado una chica con la que poder hacerlo, y en cómo siempre lo miraban con envidia. Si se enteraban de esto toda esa admiración quedaría en nada. No lo podía contar, sería demasiado vergonzoso.
Ella seguía intentando consolarlo.
- La culpa la tiene el perro del vecino, que se la pasó ladrando y no te dejó concentrarte.
- Sí - dijo él, aunque sabía que era una excusa muy pobre -, habrá sido eso.
Bajo la mirada compasiva de su pareja, él dejó el mando en el suelo y se fue a la cocina. Había sido derrotado por una mujer, con su propia consola, y en un juego de fútbol nada menos. Pasaría algún tiempo hasta que consiguiera superarlo.
La ultima calada
Entré corriendo en la sala de no fumadores. Pensé que allí estaría a salvo, pero fue un error. En cuanto me vieron, cayeron sobre mí sin la menor compasión. Alguien me agarró por detrás, y de pronto me lanzaron por la ventana. Caí rápidamente. Veinte metros más abajo esperaba mi verdugo. En cuanto caí sobre él sonrió, me sujetó, me quemó la cabeza y aspiró el humo.
Mientras me consumía, sólo podía concetrarme en provocarle a mi asesino el mayor cáncer que mi nicotina fuera capaz de crear. Ojo por ojo y diente por diente. Y si no, que el próximo que llegue vengue mi muerte.
El dado
Piotr volvió a pasear el dado entre los dedos. Un simple dado de seis caras, normal y corriente, de los de toda la vida. Lo examinó detenidamente, mirando con atención cada lado.
Ella repitió las instrucciones: "si sale uno, dos o tres, te acuestas conmigo; si sale cuatro, cinco o seis, yo me acuesto contigo".
Piotr jugueteó una vez más y finalmente se decidió. Lanzó el dado... Y salió siete.
Horas más tarde, sólo en su casa, Piotr volvió a examinar el dado... Por vigésima vez. Un simple dado de seis caras, normal y corriente... De los de toda la vida.
Me gustan; están bastante bien todos, sobre todo Rieles, La última comida y El dado.
ResponderEliminarEl único que se salva para mí es el del dado...
ResponderEliminarNo sé, me parecen un poco sórdidos algunos y otros chistes simplemente. Como chistes están gracioso.